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De los Mitos de la Vida Cotidiana

2003. Casa de Mendoza Bs. As.

Tal vez la experiencia de la vida cotidiana en la provincia todavía suele parecer a los que viven en el centro, y desde el centro miran, una estampa salida de los Recuerdos de provincia de nuestro Sarmiento, quien odiaba la provincia. Se trata de la imágenes de un paisaje sometido a un letargo sin fin y, por lo tanto, real maravilloso, es la siesta perpetua, la contrafigura absoluta de la experiencia de la modernidad, como la sensación, entre bella y sublime, de que "todo se desvanece en el aire".
Hoy sabemos que ni todo se pierde, ni nada está al margen de la historia. Lo local adquiere nuevas e inéditas resonancias. Por ejemplo, la tan mentada "caída de todos los referentes" con lo que se ha querido señalar la situación de un fin de siglo, entre apocalíptico y esperanzador, nos obliga a re-pensar las viejas convicciones, las antiguas certezas e ideales, nos obliga a volver sobre la cotidianidad de la gente que no tiene el poder de escribir el guión de los hechos, que mas bien padecemos, soportamos y tratamos de cambiar.
El arte es arte cuando nos da qué pensar y nos indica nuevos e inéditos caminos de lo humano. Si queremos salir del encierro, de la ignorancia y de la autorreferencialidad, necesitamos un arte nuevo, de nuevos sueños, de nuevas imágenes que no nos encadenen al ya candido ilusionismo, al arte por el arte o al arte sin inteligencia.
Este es el marco desde donde Sergio Rosas se vale  del lenguaje de la cerámica  para hablarnos de la cotidianidad de los mitos contemporáneos que estructuran las prácticas locales. En cada uno encontramos respuestas propias y originales, modos de producir y de ver, de apreciar y de pensar las ideas plásticas que generan, provocan y suscitan la experiencia de nuestra contemporaneidad.
Se trata de someter a crítica algunos de los mitos de la contemporaneidad, de abordar los aspectos mágicos y religiosos de nuestra cotidianidad, de experimentar con los materiales, de explorar los problemas y el compromiso social para resolverlo con ideas plásticas audaces y provocadoras. Los une una doble mirada: el pasado latinoamericano, pero no como algo muerto y acabado, sino con la certeza de un futuro anticipado en lo proyectivo.
Las tradiciones visuales andinas, la actual cultura popular urbana, las imágenes de santitos se sincretizan en una propuesta claramente inscrita en la producción de lo que se ha dado en llamar Pop latinoamericano, pero afirmando, con un "humor" crítico e iconoclasta un imaginario alternativo.existe una marcada inscripción latinoamericana. Un ejemplo de esto es un cierto gusto barroco por los pliegues. En efecto, si visualmente el pliegue expresado en el travertino resume la experiencia de lo barroco europeo, en Nuestra América el pliegue no nace de una concepción fluida de la materia. Los pliegues, meandros y la experiencia de la turbulencia tienen el sentido de lo que se oculta para resistir, lo que se mete para adentro para continuar y superar la violencia, frente a una turbulencia cargada de injusticia y arbitrariedad. Esa es la función latinoamericana del pliegue: el de la superposición y el disfraz, pliegue que marca las operaciones de la resistencia de nuestros pueblos andinos cuando no por casualidad, la virgen María se convirtió en Montaña. Así María le presta una máscara a la Pachamama para continuar como destinatario de las súplicas, las ofrendas y las creencias. Por esa causa ya en 1944 Joaquín Torres García ejecuto una obra de la noble diosa en madera pintada. En este sentido los pliegues nos llevan a una memoria histórica que nos define en un nosotros social: nosotros los latinoamericanos.
De  los mitos de la vida cotidiana nos acerca a la idea de un  arte que cura, pues nos salva en la medida en que nos lleva a pensar en nuestra "suerte", desde sus énfasis, sus preocupaciones y su sensibilidad nos abre un camino hacia el mañana, fuera del derrotismo y la mera autorrefernecialidad.
Oscar Zalazar
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